La tieta Elisa, que estaba trabajando en Suiza, se vino definitivamente a Barcelona, pero llegó acompañada por un novio italiano, algo más joven que ella, al que conoció allí. Al poco tiempo se casaron y se quedaron a vivir en casa, con nosotros.
Mi tía Elisa y su marido
El italiano, que decían que se parecía a Omar Sharif, se llamaba Attillio Franco, pero todo el mundo, incluso mi tía, le llamaba Franco a secas. Recuerdo un día que iba con mi madre y mi tía Dorín por Vía Laietana, a la altura de la Jefatura de Policía, y ellas iban hablando del italiano diciendo "Este Franco es un gandul", y yo miraba de reojo a los policías que había en la puerta de la Jefatura con miedo que fueran a pensar que hablaban del otro Franco y las metieran en la cárcel.
Franco encontró un trabajo temporal en el puerto, pero al poco tiempo se acabó la obra y se quedó parado. La tieta le cocinaba grandes platos de espaguetti todos los días, que él se comía, bajo mi curiosa mirada, con un tenedor y una cuchara. Me llamaba gitana, en broma, por mi afición a disfrazarme con la ropa que pillaba de mi madre y mi tía.
Mi tía nos hacía de vez en cuando unas hermosas pizzas, a las que le ponía bacalao, y estaban riquísimas.
Franco encontró un trabajo temporal en el puerto, pero al poco tiempo se acabó la obra y se quedó parado. La tieta le cocinaba grandes platos de espaguetti todos los días, que él se comía, bajo mi curiosa mirada, con un tenedor y una cuchara. Me llamaba gitana, en broma, por mi afición a disfrazarme con la ropa que pillaba de mi madre y mi tía.
Mi tía nos hacía de vez en cuando unas hermosas pizzas, a las que le ponía bacalao, y estaban riquísimas.
El italiano deseaba irse a su pueblo del sur de Italia, Rocca Imperiale, cerca de Calabria, y convenció a mi tía para irse los dos. Ella accedió y partieron para allá, pero no tardó mucho en volver ella sola. Mi tía no estaba dispuesta a enterrarse en vida en un pueblo de mala muerte, donde sólo había un televisor que estaba en el bar del pueblo y al que no podían ir las mujeres ya que las miraban mal, y comiendo aceitunas con pan todos los días. Así que se lo dijo a él y cada uno se fue por su lado.
A mi hermana Julia le alegró la noticia porque él no le caía especialmente bien, ya que gritaba a mi tía y la hacía llorar, aunque ella lo disculpaba diciendo que no era mala persona, sino que al encontrarse sin trabajo y en un hogar que no era el suyo se ponía de mal humor.
Mi tía encontró trabajo limpiando pisos, y unos años más tarde, pudo entrar a trabajar en la fábrica de lavadoras Bru, donde mi tía Anita estaba hacía muchos años.
Mis tías Anita y Elisa
Los domingos de invierno que no íbamos a Las Planas, por las mañanas salíamos a pasear con mi hermana Gemma, y por las tardes venían mis tíos a casa para ver el fútbol. A las mujeres no les gustaba, así que ellas se quedaban en mi casa para ver el UHF, y los hombres se iban a casa de mi tío Pepito que vivía debajo, a ver el fútbol.
Los cuatro paseando por Pl. Catalunya
Aquí está monísima Gemma
Los padrinos de Gemma, se la llevaban muchos fines de semana a Sant Vicenç dels Horts, donde habían comprado un terreno y se estaban haciendo una casa.
Esas tortugas de piedra que tanto
me gustaban, ya no están
en el Parc de la Ciutadella
Era más grande la palma
que ella
Pobre cabra,
cansada de acarrear niños