En nuestro barrio había mucha actividad al estar allí el mercado de Sta. Caterina. Las calles adyacentes al mercado era un trasiego contínuo de gente, sobre todo de mujeres que iban a comprar con sus cestas, siempre cargadas. Recuerdo algunas de sus tiendas.
En la calle Gombau había una tienda de aceites y jabones en el que vendían el aceite a granel que extraían de un recipiente con un émbolo. Se olía en la tienda el aroma de los jabones a granel, en pastillas y en escamas para la lavadora. En las estanterías tenían botellas de aceite Abaco y paquetes de detergente OMO, ESE, TU-TU....
En la calle Gombau había una tienda de aceites y jabones en el que vendían el aceite a granel que extraían de un recipiente con un émbolo. Se olía en la tienda el aroma de los jabones a granel, en pastillas y en escamas para la lavadora. En las estanterías tenían botellas de aceite Abaco y paquetes de detergente OMO, ESE, TU-TU....
En la misma calle estaba la tocinería de la María, donde seguramente sería de las primeras del barrio en vender salchichas de frankfurt, ya que tenía un yerno alemán que se las enviaba directamente de Alemania. Fueron los primeros frankfurts que comimos en casa. También tenía un embutido que me gustaba mucho, los chicharrones madrileños, que se parecía a la cabeza de jabalí, pero con mucho más sabor.
Chicharrones madrileños, hace
muchísimo tiempo que no los pruebo
muchísimo tiempo que no los pruebo
Las populares salchichas de frankfurt
En la calle Fonollar había otra tocinería, Rosita, donde elaboraban chicharrones y olía toda la calle que se te hacía la boca agua. Enfrente estaba la perfumería del Paco, que vivía en la trastienda, como la mayoría de los comerciantes de allí.
Muy cerca, enfrente de Gombau, estaba la panadería de la Isabel donde mi madre compraba unos panecillos que se llamaban "sisí", tiernos y suaves, como de viena, y que nos los rellenaba con mantequilla de colores o con jalea, también de colores.
Para el desayuno o merienda comíamos pan con catalana, mortadela, foeigrás... y también pan con calabaza confitada, pan con chocolate, nos gustaba mucho el "de piedra", que se utilizaba para hacer chocolate deshecho, o en la época de Navidad, pan con turrón. Las cosas dulces nos chiflaban.
Los sisís tenían una forma parecida
Había jalea de dos colores y de tres
También merendábamos pan con aceite, había quien le ponía azúcar, pero a mí me gustaba con sal. A veces la yaya Conxita, mi vecina, me daba una rebanada de pan con vino y azúcar. Ahora sería impensable hacer esto, pero antes era algo habitual. Como yo era una niña flacucha y sin ganas de comer, a veces me daban una yema de huevo con vino dulce para "abrirme el apetito". Más tarde se puso de moda la quina San Clemente y me hacían tomar una copita antes de comer, algo que siempre he pensado que más que darte ganas de comer, te las quitaba.
En mi calle, Jaume Giralt, había varias tiendas y bares, como el Papiol, el Leandro, el Camagüey... El Leandro fué el primer bar en tener televisor así que todos los críos nos juntábamos allí, y el siguiente fue el Papiol, debajo de casa, por lo que los niños del barrio nos repartíamos en los dos bares para poder verla. No recuerdo que nunca nos pusieran pegas por estar viéndola, eso sí, había que portarse correctamente, y si algún crío no lo hacía, le echaban.
Al bar del Leandro también iba con un pote de aluminio a por "un petricó de coñac" que me encargaba a veces una vecina. Mi madre, temerosa de que alguien creyese que era ella quien se lo bebía, cuando veía al hombre le decía "No se piense que el coñac es para mí", y él respondía "Ya sé para quién es, ya". Otras veces me enviaba mi vecina a la bodega de la calle Fonollar. Aquí preparaban unas anchoas, que decían que eran las mejores de Barcelona.
Al bar del Leandro también iba con un pote de aluminio a por "un petricó de coñac" que me encargaba a veces una vecina. Mi madre, temerosa de que alguien creyese que era ella quien se lo bebía, cuando veía al hombre le decía "No se piense que el coñac es para mí", y él respondía "Ya sé para quién es, ya". Otras veces me enviaba mi vecina a la bodega de la calle Fonollar. Aquí preparaban unas anchoas, que decían que eran las mejores de Barcelona.
En nuestra calle había dos traperías. En estos establecimientos, que compraban trastos viejos, se dedicaban a lo que ahora se llama "reciclaje". Allí dentro casi no había espacio libre entre esos muros en que se habían convertido las pilas amontonadas de papel bien prietas, y los objetos curiosos que llamaban la atención.
Cuando en casa se amontonaba el pan duro y los periódicos viejos, los críos los llevábamos al trapero, Pedro, que lo pesaba en una báscula y según el peso, nos pagaba algunas pesetas y nos lo gastábamos en golosinas. Las botellas vacías de vidrio, sobre todo las de champán, las pagaba por unidades.
Cuando en casa se amontonaba el pan duro y los periódicos viejos, los críos los llevábamos al trapero, Pedro, que lo pesaba en una báscula y según el peso, nos pagaba algunas pesetas y nos lo gastábamos en golosinas. Las botellas vacías de vidrio, sobre todo las de champán, las pagaba por unidades.
Imagen de una trapería
A veces acompañaba a mi vecina y me daba apuro porque los periódicos y el pan duro los llevaba mojados para que pesaran más, pero el trapero que no tenía un pelo de tonto y se sabía los trucos, le pagaba la mitad. Ese hombre hizo mucho dinero, su mujer, Concha, siempre llevaba unos anillos de oro bien grandes.
En una báscula así, pesaba
el pan duro y los periódicos
Enfrente del trapero estaba la tienda de ultramarinos del Paco y su mujer Eugenia, donde comprábamos los primeros vasos de Nocilla. Eran pequeños y estrechos, así que con dos meriendas se había acabado. Eugenia, que carecía de olfato, decía que le sabía mal no saber lo que era el aroma de un ramo de flores, pero, que por otro lado, se libraba de los malos olores. Tenía un hermano tranviaire que pasaba muchas veces por la tienda, con su uniforme de pana marrón.
El pan lo comprábamos en la panadería de la Miguela, una mujer con un fuerte vozarrón y que se pintaba las cejas con un trazo muy grueso, de color negro. Su marido, con una camiseta blanca que ya amarilleaba, después de la jornada nocturna haciendo pan, se sentaba en la tienda viendo cómo su mujer despachaba. Tenía un cuchillo grande en forma de guillotina y cortaba la "torna", que era un trozo de pan o coca que te añadían a lo que comprabas si el pan no llegaba al peso reglamentario, pero casi nunca le quedaba coca. Al lado estaba la minúscula tienda de la Angelita, que vendía ultramarinos.
23 comentarios:
Recuerdo la onza, la lliura... lo de mitja lliura me descolocaba, porque para mí eran formas antiguas de pesar... Recuerdo también el pan con vino que me daban mis abuelas, y mira, no he salido alcóholico. Estoy convencido que muchas de las medidas actuales con los niños son exageradas, porque todos comimos pan con vino y nadie se emborrachaba. Incluso de muy pequeño, pero mucho, cuando en casa se tomaba cava me daban un sorbito, o cuando venía el practicante para ponerme una inyección para consolarme luego me daban un vasito de vino de kina... jaja. Claro, dicho así parece que me he criado en una familia de alcohólicos, y ya te aseguro yo que no, que se trata de una familia muy responsable que tenía un sentido muy natural de criar a los hijos, no como ahora que todo está lleno de normas pero los padres no pueden con los niños. En fin... gran entrada que me ha traído muchos recuerdos, como ves.
¡Qué razón tienes, Eastriver! Ahora se tienen demasiadas tonterías, y de alcohólicos, nada, en mi casa sólo se bebía agua, a mis padres nunca les gustó el vino, y como tú, también tomaba un sorbito de cava en las celebraciones y tampoco he salido alcohólica. Cosas que ahora ni me da por tomarlas, las he probado de niña, el Cointreau, el Chartresse, el Licor 43. Son otros factores los que intervienen para que una persona se dé al alcohol. Incluso, de vez en cuando, tomábamos café, nos hacían un "suau" con gaseosa, y no nos pasaba nada. Como dices, las normas de ahora solo sirven para que los niños no respeten a sus padres, se han pasado de la raya con estas leyes, pienso que no hay que confundir un cachete con malos tratos. Veremos que nos encontraremos con esta generación de niños tiranos. Un abrazo.
Cuanta vida había en nuestro querido barrio, además del mercado teníamos todo tipo de tiendas a dos pasos de nuestra casa con un bullicio que define el movimiento comercial de la época.
Que bien describes esas tiendas-viviendas donde las personas que atendian solian ser amables y parecía que nadie tenia prisa.
Que buenas merendolas nos hemos dado, ahora solo podemos paladearlo recordándolo....pero que bueno era.
Buenos momentos pasamos en los bares de Jaume Giralt, iniciandonos en la visión de la pequeña pantalla en blanco y negro.
Muy buenos recuerdos de esas tiendas entrañables ya desaparecidas pero que fueron un placer conocerlas.
Un besito cariño.
y en la torna ...te dab el trozo de chocolate que quería...no siempre era igual de garnde, n de la misma marca ¡¡¡¡ salut
onza....300 gramos..........lliura (libra) 400 gramos...Media lliura 200 gramos...una terça...100 gramos....a´sí vendia yo en la tienda ¡¡¡¡ jejejeje...ahora, cuando me pedían libra y media.......me jodían ¡¡¡¡¡ jajajaj
Julia, ¿te acuerdas cuando antes cuando faltaba algo en casa?, "corre, ves a comprar tomates que me hacen falta" , y bajábamos los escalones de tres en tres para ir a comprar sin protestar. Y preparar la cafetera pasaba de hermanos mayores a pequeños, ¡con las ganas que tenías tú de empezar a prepararla! Todos hacíamos nuestra tarea, no sé si con agrado, pero la hacíamos y punto. Besos, bonica.
Miquel ¡me has hecho recordar cuando se compraba el chocolate por piezas en la panadería! sin leche o con leche, te lo ponían encima del llunguet y te lo envolvían. ¡He recordado ahora mismo el sabor de las dos cosas!
Nunca me ha enviado mi madre a por una terça de nada, esa medida no se usaba en mi casa, ya tenía yo bastantes líos con las onzas y los gramos, jajaja. ¡Saludos!
Hay que ver mis queridos amigos blogueros, pero como sois de traviesos...
Tod@s los de nuestra quinta hemos tomado Quina Santa Catalina,y la del Kinito, que daba unas ganas de comerrrrr.Me ha hecho mucha gracia todo tus relatos querida Montse y los comentarios, son una maravilla y me han hecho sonreir.
Muy bonito tu post, tú diras amiga, que siempre te digo casi lo mismo, pero jolines ,lo haces de miedo y muy bien y espero tus nuevos post siempre, lo único, que el horario me traen loca de verdad, pero pronto se inaugura la LLAR, y vamos de cabeza, espero y deseo que cuando ya estemos allá, el horario sea normalizado y entonces estaré más por todo, y suerte que tengo post, en borrador, porque si no, haría 15 dias, que no hubiese podido editar nada, y sueño tengo atrasado, madrugo a las 5 de la mañana y todo el día para aquí, y para allá...Una locura, he adelgazado y como más que nunca, así que ya ves y si no , imagínatelo ...
Tendré que comprar quina...!!!
Un beso y muchas gracias por tido cielo.
BFDS.
Pues nada, Mari Trini, a tomar quina y a recuperar fuerzas durante el fin de semana. Menos mal que eres una mujer previsora y tienes guardados tus post para ir poniéndolos. Te agradezco mucho que con el poco tiempo de que dispones, siempre tienes unas palabras para mí. A descansar todo lo que puedas, un beso, guapísima, y buen fin de semana.
a ver señoras y señores listos....: pongame cuarto y mitad ¡¡¡ si...a ver...cuarto y mitad.... ¿ cuanto era en Barcelona hace trenta años cuarto y mitad ?.... jejeje
¿ y la micha terça ?...siii...escolti jove...posim una micha terça de aixó tan maco ¡¡¡ ahhh venga venga ¡¡¡
cuarto y mitad 250 más 125 , o sea 375 gramos
micha treça....100 gramos..si señor...1oo gramos..., ni más ni menos..
salut
¡Ayyy! no me has dado tiempo a contestarte, que esta me la sabía, jajaja. Estaba en el ambulatorio cuando lo he leído y me partía de risa!!! ¡Salut!
Querida Montse, para tí siempre tengo tiempo y lo tendré para decirte lo que me gusta tu blog, y ahora me voy a comprar, luego cuando vuelva, más.
Un abrazo, Mari Trini.
A mi la Kina me ha hecho efecto 40 años más tarde. Jaja!!
Creo que hay más problemas con el alcohol en la juventud ahora.
Recuerdo haber sorbido en Navidad Cointreau y Ponche Caballero con las neules; y tampoco soy alcoholica.
Besos
Ummm!! La coca de "forner" de la Miguela. Que buena!
Sí, sí, Gemma, lo sorbíamos con las neulas y nos decían "¡Que así emborracha!" jajaja, ahora es cuando lo huelo y ya me mareo, ¡que bueno estaba el Ponche Caballero con las neulas! Desde luego que la juventud de ahora tiene más problemas, justamente cuando tiene más información. La coca de la Miguela era insuperable, ahora el colesterol que aceña no nos deja comeeeerrr!!! Besitos, guapa.
¡Quería decir acecha!
Es la primera vez que oigo hablar de la rebanada de pan con vino y azúcar, bueno tendré que probarlo.
Un encanto de tiendas y recuerdos.
Besos
Quizá en según qué zonas no era la costumbre, Mari-Pi-R, pero ya ves que por aquí, quien más, quien menos, lo ha probado, era una merienda habitual en aquel tiempo en el que no habían tantas cosas artificiales y bollería como ahora, y estoy segura de que aunque llevara alcohol, era más sano que lo de ahora. Besos.
Ja que parleu de les "unces" i les mitjes lliures, que m'en dieu del "petricó" de la llet....
¡Hola, Manel! M'en recordo de la llet a granel amb aquells embuds y utensilis de metall tan macos amb diferents mesures, nosaltres la compravem a la lletería que hi havía al costat del bar del Leandro. De les mesures de la llet no m'en recordo gaire, pero sí del petricó de coñac de la meva veína. Sembla que hi parlem de fa un segle, i no fa tant de temps. Bueno, mig segle sí que fa... ¡mare meva! ¡sí que ha pasat temps, sí! Tú també berenavas pá amb ví i sucre? Segur que sí. Una abraçada.
Hermosos recuerdos. EN mi abrrio había una tienda en la que le regalaban a mi padre Vinos a granel cada vez que realizaba alguna compra grande
En efecto, Maru, eran tiendas muy entrañables donde nos conocíamos todos. El vino a granel era lo que se bebía entonces, todo el mundo iba con su pequeña garrafa a comprarlo.
Muchas gracias por tu comentario.
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