Me dirigía al río por un estrecho camino, cuando me encontré frente a frente con unas vacas que volvían al establo al trote, y sobresaltada comencé a correr. Las vacas debieron tomárselo como un juego, porque corrieron tras de mí como si se tratara de los sanfermines, con lo que me asusté más todavía hasta que caí al suelo. Ellas parecieron entenderlo y pararon de correr. Pero aún me queda la señal de la pequeña herida que me hice.
Estas vacas se llamaban
Marquesa y Navarra
La verdad es que al principio las vacas me imponían, eran enormes y tenían una buena cornamenta. Poco a poco fui perdiendo el temor.
Mientras nosotras nos manteníamos a una distancia prudencial, destaparon las colmenas con el consiguiente revuelo de abejas, y con cuchillos fueron cortando trozos de panal chorreantes de miel, que iban metiendo en un recipiente. Luego fueron repartiendo algunos trozos para que los probáramos, alguno incluso con restos de abeja. Lamíamos la miel y escupíamos la cera masticada.
El valle donde está Ransinde
Mi hermana Gemma
con los montes detrás
con los montes detrás
En una ocasión vimos cómo le ponían argollas en el hocico de los cerdos aún pequeños. Les clavaban un alambre entre los dos agujeros del hocico y lo retorcían con unas alicates para darles forma de argolla. Los pobres animales chillaban con todas sus fuerzas, pero en cuanto los soltaban iban corriendo en busca de comida para consolarse.
Nos explicaron que esto lo hacían para evitar que se pasaran el día escarbando y destrozando el suelo del establo con el hocico, y de esta manera también evitaban que hicieran tanto ejercicio y engordaran más.
Ibamos a los prados donde estaban los pastores, algunos muy niños, con las vacas, y a los huertos. Allí pude ver como recogían los garbanzos, de los que nunca había visto la planta, y me los dieron a probar recién cogidos. Me sorprendió que fueran tiernos ya que yo sólo los conocía duros antes de ponerlos a remojar, no sabía que había que dejar que se secaran para poder guardarlos durante todo el año.
Las vacas pacían por pendientes
imposibles
Gemma y yo
10 comentarios:
Pero que escenas más bonitas, se ve que a tí, no te daban miedo tan grandes, a mí si de pequeña y de grande, las vacas las veo unos animales muy grandes para mí.
Y lo de las colmenas, pues no veas unas picaduras te pueden dar mucha fiebre...!!!
Muy bonito el post y muy campestre.
Un beso y un abrazo muy fuerte.
Las vacas se las ve muy bravas, a mi también me hubiesen dado mucho miedo.
Me imagino lo que debiste de disfrutar aquel verano.
Un abrazo
Cuantas anécdotas para contar de vuestra estancia en Ransinde, se refleja en las fotos que lo pasabais muy bien en compañia de esas vacas enormes y juguetonas.
Muy arriesgado acercarse a las colmenas de abejas sin ropa adecuada, pero conociendo a nuestro "tiete" Pepito sabemos lo que le gustan los retos y el peligro.
Tenemos que hacer un viaje a Ransinde y sus alrededores... algún día.
Besitos bonica.
Mari Trini, sí que daban un poco de respeto las vacas, tan grandes. Además en la ciudad tenemos la idea de las vacas suizas blancas y negras, y cuando vemos a esas que son oscuras como los toros, aún imponen más.
Gracias, y un beso.
Mari -Pi-R, en realidad eran muy mansas y obedientes, pero muy grandes, eso sí.
Fueron dos veranos inolvidables, en el próximo post acabo ya de hablar de Ransinde, para hacerlo en uno solo era demasiado extenso.
Un beso.
El tiete Pepito "es más bruto que un arao", ya lo conocemos que es de los que dice "si no pasa nada...". Pero menos mal que la suerte le ha acompañado casi siempre.
Ojalá que podamos ir algún día por esa zona, me haría ilusión.
Besos.
Cómo nos hemos reido de tu carrera delante de las vacas!!
Pero en ese momento fue un gran susto.
Grandes recuerdos y !Que miel!.
Un abrazo guapa.
Montse, yo creo que todas las vacas son dóciles. Algo parecido me pasó una vez. Me quedé dormido mientras un grupo de amigos y familia buscaban bolets. Yo escuchaba el ruido de los cencerros, y cuando desperté estaba a los pies de un montón de vacas de estas del Pirineu, que no son como las tuyas. No me hicieron nada!
Un beso.
Gemma, y la señal que me quedó de la caída la tuve durante mucho tiempo, creo que aún se me nota, por eso los sanfermines nunca me han llamado la atención, ya tuve el mío particular.
Pero como nos reíamos después recordándolo.
Besos, bonica.
Josep, las vacas pirenaicas también las he tenido cerca. Haciendo camping libre en Barruera con mi marido y uno de mis hijos, al levantarnos por la mañana y salir de la tienda de campaña estábamos rodeados de vacas pastando, y una de ellas se llevó por delante la tienda de otros acampantes, por lo que decidimos acampar en otro lado, por si las moscas.
¡Historias de vacas!
Petons.
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