En septiembre de 1973 mis padres celebraron sus Bodas de Plata, 25 años de casados que a mí me parecía muchísimo tiempo, pero que a ellos, seguramente, como también me ocurrió a mí mucho después, les había pasado en un plis-plas.
Recuerdo que cuando yo tenía unos 10 años, y mi madre me decía que el juego de café que había en casa era de cuando se casó, yo me asombraba "¡Hala! de cuando te casaste, cuánto tiempo...", cuando en realidad sólo había transcurrido 17 años. Que diferente es la percepción que tenemos del tiempo cuando somos críos...
Vino toda la familia a casa para celebrarlo. Aún me pregunto cómo pudimos caber todos en mi casa. Mis hermanos Julia y Juanito, que habían ahorrado algo para ese día, les regalaron un álbum de fotos con música que tenía las tapas decoradas con dibujos chinos, y un trípode para la cámara fotográfica de mi padre. Mi padre le trajo a mi madre un gran ramo de flores.
Mi padre y mi madre, con el ramo
de flores
Mi padre, que no tenía carnet de conducir, se apuntó a una academia para sacárselo. Cuando lo tuvo se compró un Seat 133, de color rojo, y cuando salía del trabajo, a veces venía a recogerme a mí del mío.
El flamante 133 de mi padre
Entonces trabajaba yo en la calle Hurtado, más arriba de Balmes, en una pequeña empresa de reclamos publicitarios, tan pequeña que solo estábamos el dueño y yo. Los clientes encargaban bolígrafos, calendarios, ceniceros, encendedores...todo con el logo de su empresa. Estuve poco tiempo porque me casé y tuve que marcharme, ya que mi jefe no quería trabajadoras con responsabilidades hogareñas.
Por esa época murió Franco, y mi padre decía que ya era hora, que antes se tenía que haber muerto.
Yo, en esos tiempos
Así pasaron varios años hasta que por fin, cuando tenía algo más de 40 años, consiguió pasar los primeros meses más delicados, y tuvo un niño, mi primo David.
Mis tíos Pepito y Aurora,
con su hijo David
Mi tío se parecía
a Richard Dreyfuss
Como nosotros vivíamos en el piso de encima, mi primo David casi siempre estaba en casa, y era un niño caprichoso y mimado por todos.
Era un virtuoso del olfato, tenía la manía de olerlo todo, y cuando mi madre cocinaba algo que le gustaba se asomaba a la ventana de su cocina y llamaba: "Tietaaa, huelo a macarrones ¿Puedo subir?", y ¡hala, para arriba que subía!
Era un virtuoso del olfato, tenía la manía de olerlo todo, y cuando mi madre cocinaba algo que le gustaba se asomaba a la ventana de su cocina y llamaba: "Tietaaa, huelo a macarrones ¿Puedo subir?", y ¡hala, para arriba que subía!
David con mi hermana Gemma
Esa chichonera la llevó más tarde
mi hijo Jordi
mi hijo Jordi
Unos cuatro años más tarde, mis padres solicitaron un piso de protección oficial de los que habían construído en Barberá del Vallés, en el polígono Ciudad Badía (ahora Badía del Vallés). Mi tío Pepito también lo solicitó.
Sólo mis padres tuvieron la suerte de que se lo concedieran, por lo que al poco tiempo se trasladaron a vivir allí.
Mis tíos, sobre todo mi tía Aurora, se llevó un gran disgusto, porque se encontró muy sola sin nosotros. Le costó habituarse a no subir a casa cada día, y que nosotros no fuéramos a la suya. Aún recuerda, pobre tieta, lo mal que lo pasó.
A pesar de la mala fama (muchas veces injustificada, porque en todas partes cuecen habas) que ha tenido Badía del Vallés, lo cierto es que mi madre estaba encantada con su piso nuevo, que tenía ascensor y entraba el sol desde la mañana hasta la noche, ya que se había pasado la mitad de su vida con la luz encendida todo el día en el piso de Jaume Giralt.
Tenía un gran comedor donde nos juntábamos toda la familia cuando ya tuvimos a nuestros hijos.
Tenía un soleado balcón donde mi padre tenía sus macetas y sus jaulas con pájaros, que le gustaba criar, aunque tenían a mi madre aburrida porque lo ponían todo perdido. Pero mi padre se entretenía con ello.
Al poco tiempo de vivir allí, le diagnosticaron a mi padre una anemia aplásica, por lo que tuvo que dejar de trabajar. Siguieron unos años en los que además de medicarse, pasaba estancias en el hospital, donde le hacían transfusiones de sangre, y entonces cogía fuerzas para una temporada.
Estando enfermo, un día nos confesó algo a sus hijos. Cuando tenía 18 años se juntó con malas compañías, y le convencieron para entrar una noche a robar en una tienda de la calle Sant Pere més Baix. Les pillaron, y pasaron unos meses en la cárcel. Estando mi padre preso, murió su madre (recuerdo su pesar y dolor al explicarlo... moviendo la cabeza y mordiéndose el labio inferior). Siempre se había arrepentido de ese mal momento, y cuando nos lo contó se quitó una gran carga de encima.
Mi hermana Julia, siempre tan comprensiva y cariñosa con mi padre, le quitó hierro al asunto diciéndole que aquéllos eran tiempos muy difíciles y había hambre, y además era casi un crío.
Mi padre, después de esta mala experiencia, jamás volvió a coger nada que no fuera suyo.
El 12 de Octubre de 1991 falleció mi padre, con 68 años, a causa de complicaciones causadas por su enfermedad. Estaba yo embarazada de mi tercer hijo, Anna, y al cabo de un año, mi hermana Gemma tuvo a su única hija, Alba. No las conoció, ni tampoco a sus bisnietos Martí, Júlia, Eirin y Ariadna.
Pero sí que pudo disfrutar de sus nietos, Jordi, Marc, Miriam, Germán y Marta.
Mis padres, en los años 70
Para entonces, los tres hijos mayores ya nos habíamos casado y quedaba en casa la pequeña, Gemma. Como la mudanza se hizo a mitad de curso, siguió yendo a Barcelona a estudiar, y al curso siguiente se matriculó en Badía.
A pesar de la mala fama (muchas veces injustificada, porque en todas partes cuecen habas) que ha tenido Badía del Vallés, lo cierto es que mi madre estaba encantada con su piso nuevo, que tenía ascensor y entraba el sol desde la mañana hasta la noche, ya que se había pasado la mitad de su vida con la luz encendida todo el día en el piso de Jaume Giralt.
Esta foto se hizo desde su balcón,
en el piso 10º
Mi hermana Gemma,
con mi hijo Jordi
Mi hermana Gemma con cinco de
sus sobrinos,Jordi, Marc, Germán,
Miriam y Marta
Tenía un soleado balcón donde mi padre tenía sus macetas y sus jaulas con pájaros, que le gustaba criar, aunque tenían a mi madre aburrida porque lo ponían todo perdido. Pero mi padre se entretenía con ello.
Las plantas...
...y los pájaros
Mis padres
Mi hermana Julia, siempre tan comprensiva y cariñosa con mi padre, le quitó hierro al asunto diciéndole que aquéllos eran tiempos muy difíciles y había hambre, y además era casi un crío.
Mi padre, después de esta mala experiencia, jamás volvió a coger nada que no fuera suyo.
El 12 de Octubre de 1991 falleció mi padre, con 68 años, a causa de complicaciones causadas por su enfermedad. Estaba yo embarazada de mi tercer hijo, Anna, y al cabo de un año, mi hermana Gemma tuvo a su única hija, Alba. No las conoció, ni tampoco a sus bisnietos Martí, Júlia, Eirin y Ariadna.
Pero sí que pudo disfrutar de sus nietos, Jordi, Marc, Miriam, Germán y Marta.
Mis padres con sus tres
primeros nietos
Mi madre, con 87 años, vive con mi hermana Julia y el marido de ésta en Barberá del Vallés. Dice, que a pesar de las penalidades que ha pasado en su infancia y su juventud, ahora tiene la suerte de estar muy bien cuidada, y tiene razón, mi hermana se desvive por que no le falte de nada.
Mi madre con sus cuatro hijos, Julia,
yo, Juanito y Gemma
Marta, Marc, Anna, Germán, Jordi,
Miriam y Alba, todos los nietos
Nos faltó tiempo para preguntarle a mi padre tantas cosas...sobre nuestra familia, nuestro barrio y nuestra querida ciudad, Barcelona.
Y hasta aquí han llegado los recuerdos, de una familia sencilla, trabajadora y unida, sobre todo, muy unida.