miércoles, 29 de febrero de 2012

26 - LLEGO LA PEQUEÑA GEMMA


  Cuarenta días después de la gran nevada, en febrero de 1963, nació nuestra hermana Gemma. Mientras nuestros padres iban al hospital Sant Pau cuando llegó el momento del parto, nosotros nos quedamos en casa de nuestras vecinas Lola y Angelina, ya que ellas tenían teléfono. Fue la única de los cuatro hermanos que nació en un hospital, ya que los demás lo hicimos en casa.

Hospital Sant Pau 

   Estábamos viendo Bonanza en su casa cuando nuestro padre llamó por teléfono y le dijo a Juanito "Ho sento nen, es un altre nena", a mi hermano le hacía ilusión un niño, ya que tenía dos niñas en casa, pero se conformó enseguida. Al día siguiente fuimos al hospital; yo no había visto nunca un recién nacido, y me pareció que Gemma tenía la piel muy oscura. Al preguntarme que opinaba de mi nueva hermana, respondí "es muy negra".


  Después, en tono divertido, mi madre decía que Gemma era fruto de una noche de baile en La Paloma, y mi padre, que era una hija de Ogino.


La noche en La Paloma
dio sus frutos

Gemma y mi madre en el terrado
de casa ¡Era una niña monísima!

Aquí con mi padre

     Gemma era una niña preciosa, parecía una bolita, el juguete de la familia, y me fastidiaban los rituales y oraciones que la yaya Isabel, la abuela de mi prima Laura, me hacía para "prevenir los celos"; nunca, los cuatro hermanos los tuvimos.  Sus padrinos fueron la hermanastra de mi  madre, Matilde, y su marido Fidel.

Mi madre con Gemma, sus
 padrinos mirándola, al lado Julia 
y detrás mío, mi prima Laura


Gemma,  su "padrina" y yo

   Cuando Gemma tenía alrededor de un añito,  muchas personas les aconsejaban a nuestros padres que la llevaran para hacer publicidad, de tan bonita que era, pero nunca lo hicieron. Me hubiera hecho ilusión verla en un anuncio.


Gemma, en su primer
Día de la Palma

Entre mi padre y su padrino

¡Qué cara más bonita!


   Matilde y su marido, Fidel, que no tuvieron hijos, solían ir cuando salían de trabajar, al bar Mundial de la Pl. San Agustí Vell, y entre cerveza y cerveza y el bruto de su marido, Matilde acabó arruinando su vida con el alcohol y murió muy joven. El hecho de que se fueran a vivir a Bigues i Riells también intervino, sin duda, pues Matilde se encontró muy sola. Nuestro padre quiso llevarla a un centro de desintoxicación, pero su marido no lo consintió. Los últimos años de la pobre Matilde, fueron muy tristes.

 Sus padrinos, Fidel y Matilde

Pl. San Agustí Vell, al fondo el Bar Mundial

  A los tres meses de nacer Gemma, hice la Primera Comunión, en la iglesia San Francisco de Paula, que ahora no existe, al lado del Palau de la Música. Con un vestido precioso hecho por la Salomé  y la tela comprada por la tieta Elisa. No sé cómo se las apañaron para hacerme un moño, porque como me cortaron el pelo por Navidad aún estaba bastante corto. 


El vestido era muy bonito

Con mi tía Gloria y mi prima Laura,
detrás mi tía Elisa

   Como mi madre fregaba el colegio, creían las demás madres que yo iría muy sencillita y cuando me vieron más de una se quedó boquiabierta, sobre todo la madre de la Español, que era la favorita de la maestra, Pilar, porque siempre le llevaba regalos y le hacía la pelota descaradamente. Cuando lo recuerda mi tía Elisa, aún exclama ¡Cómo se quedó la Español cuando te vió!"

    La primera de la izquierda soy yo,
la Español es la quinta y
detrás la profesora, Pilar

La estampa que repartí

   Pero fuí con un tremendo dolor de pies, pues los zapatos me los había comprado mi tía Aurora un mes antes, y al haber dado un estirón me había crecido el pie y casi no podía caminar. Eran unos zapatos preciosos con tul y brillantitos de los que todas las niñas se quedaron prendadas. Cuando salimos de la iglesia, fuimos a un zapatero remendón que también vendía zapatos, que había en mi calle, y me compraron otros para acabar de pasar el día.


    Mientras todas las niñas guardaban el vestido como una reliquia, apolillándose en el armario, yo lo disfruté muchísimo. Cuando venía del colegio ¡Hala! a colocarme el vestido, un día era una reina, otro día un hada... Siempre me gustó disfrazarme. Me ponía las medias y zapatos de mi madre y los visos de mi tía Elisa, tan bonitos y llenos de encajes, y los convertía en elegantes vestidos de noche. Era un poco Mortadelo yo.



lunes, 27 de febrero de 2012

25 - LA GRAN NEVADA DEL AÑO 1962


   Llegó la Navidad de 1962. La Nochebuena la fuímos a pasar a casa de la madrastra de mi madre, la yaya Cándida, en la calle Tantarantana.

   Cuando volvíamos a casa, al entrar en nuestra calle, Jaume Giralt, nuestro padre se tocó el hombro donde le había caído algo y dijo "¡Esto es nieve, mañana nieva!". Al día siguiente, Navidad, nos despertó emocionado "¡Mirad, mirad, está todo nevado". ¡Nos levantamos corriendo y fuímos al balcón, estaba todo blanco, precioso, no habíamos visto nunca la nieve!.

En mi casa siempre tenían el carrete de
la cámara preparado


Julia y yo en la replaceta nevada


La calle Sant Pere més Baix,
en plena nevada

    Mientras mi madre, que estaba embarazada de Gemma, preparaba la comida de Navidad nos fuímos con mi padre, el tiete Pepito y la tieta Aurora al Arco de Triunfo, con chubasqueros, bolsas de plástico en la cabeza y botas de agua. ¡Cómo disfrutamos! El Paseo San Juan estaba lleno de gente haciendo muñecos de nieve y tirándose bolas. Con las botas de agua teníamos los pies congelados y nos dolían, pero no hacíamos caso, fué inolvidable.

Mi tío Pepito haciendo un muñeco
 de nieve, bajo la mirada de mi
tía Aurora

La pequeña soy yo jugando 
con la nieve
Disfrutamos, pero con dolor de pies
del intenso frío

    Nuestro padre cogió una gran bola de nieve y la llevó a casa para enseñársela a nuestra madre, metió un poco en una botella con aceite y dijo que era bueno para las quemaduras (eran los remedios de antes...)


Julia y yo con bolas de nieve en las manos

   Fué una gran nevada que colapsó toda Barcelona, se fué la electricidad durante dos días, y los canelones de San Esteban los preparó mi madre a la luz de las velas. La gente tuvo que ir a los terrados con palas para sacar la nieve que se acumulaba con un gran peso y con el peligro que eso conllevaba, y con un frío que hacía, que teníamos que quemar hasta los periódicos para calentarnos. Esa Navidad volvió la tieta Elisa de Suiza.

Mi tío Angel y mi padre quitando 
nieve del terrado en la casa
 de mis tíos, en Las Planas

   Un par de días después, día de los Santos Inocentes, la tieta Elisa convenció a mi madre para que me cortara el pelo, "porque se me comía la cara" ¿?. Un cabello precioso y largo, que era lo más bonito que yo tenía. Recuerdo cuando iba por la calle con mi madre y hablaba con alguna vecina del barrio,  que le preguntaban que porqué me teñían el pelo tan pequeña cómo yo era, y mi madre les decía que era mi pelo natural. En las peluquerías, años después, las mujeres le decían al peluquero "quiero el color de esa chica, ese rubio ceniza tan bonito",  y éste les decía "Es que ese pelo no es teñido, ese tinte no lo tengo".


   Así que la tieta me llevó a la peluquera del Portal Nou, Marisa, y me lo cortó. ¡Cómo se enfadó mi padre con ellas cuando llegó del trabajo y me vió con el pelo cortado! La tieta Elisa llevó mi pelo a un posticero y le hicieron dos postizos que ella se colocaba cuando se hacía algún peinado elegante.

¡Anda, que el peinado que me hicieron...!
Julia lleva zapatillas por los sabañones, 
seguro que por la nevada

    Rosa, la mujer de mi tío Alfredo, se enteró a través de una vecina que hacían falta camareras en Palma de Mallorca y se lo dijo a mi tía Elisa por si le interesaba. Mi tía pensó que podía ser una buena oportunidad para no tener que volver a trabajar a Suiza, ya que  Mallorca estaba más cerca de casa. 


   Cogió el barco y se plantó en Palma de Mallorca, dirigiéndose a la dirección que le habían dado. Cuando llegó allí se quedó petrificada, porque resultó ser un local de alterne. Ni corta ni perezosa y sin soltar la maleta, se volvió al puerto, y mientras esperaba el barco para volver a casa, llamó por teléfono a una vecina nuestra (nosotros no teníamos) y le pidió que llamara a mi padre. Cuando se puso al teléfono, y le contó lo que se había encontrado en esa dirección, éste le dijo "Vine cap aquí de seguida!" 

La tieta Elisa se volvió a Suiza

   Cuando Rosa se enteró de lo ocurrido, se llevó las manos a la cabeza, porque ella no tenía ni idea de que el trabajo fuera aquel. Mi tía Elisa se volvió a Suiza otra vez.





sábado, 25 de febrero de 2012

24 - MI PRIMER COLEGIO - LA TIETA ELISA EN SUIZA



   A mi madre le ofrecieron trabajo para limpiar en un colegio de niñas que había en Sant Pere més Alt, casi enfrente del Palau de la Música. Cómo a mis padres les pareció buen colegio, sacaron a Julia del  Pere Vila y la matricularon conmigo en ese otro. Para mí era el primero, tenía 5 años. Se llamaba "Escuelas de O.P. De la Mujer",  y mi profesora, Mercedes, una mujer ya madura, era buena persona y las niñas la queríamos. Años después, cuando oía la canción de Serrat,  "Penélope", me venía a la mente la imagen de esta profesora.


Por ese portalón entrábamos al cole

      Recuerdo mi cartera, el plumier de madera de dos pisos, los colores Alpino que teníamos todas las niñas y los poníamos derechos haciendo equilibrios como si fueran soldaditos, la maquineta para hacer punta a los lápices y los cuadernos de caligrafía para aprender a hacer una letra redonda y clara.


Arriba ponía los lápices y abajo los colores

Mi primera caja de Alpino era pequeña

¡Cuántos cuadernos llené!

La lectura y la escritura muy bien, pero
las sumas llevando, me costaron lo mío
                       
   El colegio tenía muchas salas, y para ir al lavabo teníamos que pasar por un largo pasillo estrecho y poco alumbrado, que daba a unas aulas donde por las noches venían chicas a aprender costura, pero que por el día estaban vacías, así que yo me aguantaba todo lo que podía con tal de no tener que pasar por ahí. Un día, estudiando Catecismo para hacer la primera comunión,  no me pude aguantar las ganas y me lo hice encima....

Julia asoma por ahí detrás, la 
cuarta por la izquierda


  La profesora de Julia era una salmantina llamada Pilar, que tenía muy buena mano con las manualidades y ella misma les traía el material para los trabajos, pero siempre a un precio bastante más elevado que en cualquier papelería; era la manera de sacarse un sobresueldo. 

Julia en su clase, a la izquierda
de la segunda fila
   Mientras que en todos los colegios se empezaban las clases a las 9 de la mañana, en éste era a las 9:30. Mi madre, alguna vez para desayunar me compraba una magdalena grande en una granja de Sant Pere més Baix, y la dependienta siempre decía "Ay, que esta nena llegará tarde al cole". Ibamos por la calle Mediana de San Pedro y por la calle Pedro Lastortras, una calle que sigue siendo solitaria como antes.

La fuente de la calle
 Pedro Lastortras

Mi madre nos acompañaba al colegio
a Julia y a mí


    Cada jueves venía la señorita de música, a la que saludábamos con la mano a través del balcón cuando la veíamos llegar por la calle de enfrente. Era una mujer sonriente y afable que siempre llevaba un gorrito de piel; parecía una rusa.


  De vez en cuando, repartían unas bandas de colores que colocaban a algunas niñas que habían sobresalido en alguna materia o en alguna actitud. Siempre me quedé con las ganas.

   Cuando acababan las clases el sábado al mediodía (antes se iba al colegio también los sábados por la mañana), nosotras nos quedábamos con mi madre mientras limpiaba el colegio y nos gustaba ir de clase en clase curioseando. Encima del piano de la profesora de música, había una caja con mariposas disecadas que nos encantaba mirar, y también con mucho cuidado levantábamos la tapa del piano y mirabámos las teclas con ansias de tocarlas, y claro, las tocábamos. Como el colegio estaba vacío y en silencio se oía resonar las dos o tres notas hasta que mi madre nos gritaba desde alguna clase "¡No tocad nada!

La de la primera fila con la
muñeca grandota, soy yo
   
   En el año 1961 la tieta Elisa, que vivía con nosotros, se fué a trabajar a un hotel de Suiza, donde estaba su amiga Mercedes. Fuimos a despedirla a la estación de Francia, y cuando mi padre se despidió de su hermana, la abrazó y emocionado le dijo "Portat bé". Siempre la protegió como un padre, ya que quedaron huérfanos muy jóvenes.


Mi tía Elisa, su amiga Mercedes
y la madre de ésta

   Estuvo un par de años allí que se le hicieron interminables, nos escribía unas cartas tan tristes en la que nos echaba de menos....

La tieta Elisa

   De vez en cuando nos enviaba un paquete con juguetes, chocolatinas con fotos de paisajes suizos, y cosas que aquí no se veían todavía y llamaban la atención, como el cenicero para nuestro padre, que se apretaba un botón y se metía la colilla para adentro.

Eran unas chocolatinas parecidas

Nos quedábamos con la boca abierta
viendo cómo la colilla desaparecía

   En una de las ocasiones envió para mí un perrillo de peluche, tipo Marilin, con pilas que se sentaba, ladraba y se le encendían los ojos (no he vuelto a ver uno más bonito), a Julia un rompecabezas formado por cubos con dibujos de películas de Walt Disney y a Juanito un coche de policía de hojalata con pilas que cuando llegaba a la pared se daba la vuelta. Para mi vecina Conxiteta también enviaba regalos, entre ellos una muñeca que la llamábamos "peliverde" por que tenía el pelo de ese color.

Con la Conxiteta

     Siendo yo muy pequeña, tenía mi hermana Julia una "guardiola" de barro donde metía las monedas que conseguía o le regalaban. Nuestro hermano Juanito la cogía a escondidas y la ponía boca abajo, y metiendo un cuchillo por la ranura le sacaba las monedas para comprarse cromos de futbolistas con el consiguiente enfado de mi hermana. Hasta que nuestro padre quiso acabar con el "saqueo" y pegó con cemento la "guardiola" en una esquina del suelo detrás de la puerta de una habitación. No sirvió de nada,  pues Juanito cambió la táctica y utilizaba unas tijeras a modo de pinzas, le costaba más trabajo pero algo sacaba. Mi hermana Julia cuando se acuerda dice riéndose "Era un sinvergüenza".

La ahorradora Julia

El "sinvergonzón" de Juanito


La guardiola expoliada
(Bueno, era como ésta)





jueves, 23 de febrero de 2012

23 - LAS DIVERTIDAS SALIDAS QUE HACIAMOS



   En la fábrica donde trabajaba mi padre, Deslite, organizaron una salida para visitar la planta de la Pepsi-Cola y nos dieron unos carnets de socio para cada uno de nosotros. Con ellos podíamos ir todas las veces que quisiéramos y degustar el refresco. También regalaron a los niños unas chapas de la Pepsi que nos colocábamos en el abrigo. Mi padre nos contaba que la actriz Joan Crawford era una de las dueñas de la Pepsi-Cola.

Julia lleva la chapa de la
Pepsi-Cola en el abrigo



Este era mi carnet
de la Pepsi

Con la tieta Anita, mi madre y
mis tíos Pepito y Aurora

  También íbamos a las fiestas de Gracia  a ver las calles adornadas donde actuaban los cantantes del momento, recuerdo un año que actuaba "Rudy Ventura y su trompeta". Estaban las calles de Gracia preciosas, llenas de color y luz, música y alegría, donde competían entre ellas para ser la más original y bonita.


Las calles de Gracia son un derroche
de imaginación y color

   Cuando en Barcelona inauguraron el Cinerama, en el Regio Palace del Paralelo, fuimos una noche con mi padre y la tieta Elisa a ver "La conquista del Oeste", era el año 1963, y mi madre no vino con nosotros porque mi hermana Gemma tenía unos pocos meses. Parecía que estábamos dentro de la película, con esa pantalla gigante y ese sonido espectacular. Además había el aliciente de un paseo nocturno, que para nosotros no era habitual, ya que fuimos y volvimos andando.
  
  Alguna vez en mi casa decían "¡esta noche vamos al cine de las sábanas blancas!", y yo siempre creía que íbamos de verdad, y cuando nos metíamos en la cama siempre pensaba "¿pero no íbamos al cine?".

El Cinerama

   ¡Ya es Sant Ponç! decíamos, y nos preparábamos para ir con nuestra madre a la calle Hospital, donde ponían puestos para comprar fruta confitada, miel, caramelos e hierbas aromáticas. Mi madre llevaba recipientes de casa para que los llenaran con esas delicias que tanto nos gustaban, siempre hemos sido todos muy golosos, mi padre el que más, cuando se tomaba un vaso de leche se ponía al menos tres cucharadas de azúcar.

Los preciosos colores de
 las frutas confitadas
¡hummmm!

A mi padre le gustaban 
mucho los dulces


A Julia y a mí nos sigue
gustando

   Uno de los sitios a los que más nos gustaba ir era a la Feria de Muestras. Donde trabajaba mi padre le daban entradas para todos. ¡Cómo disfrutábamos recogiendo folletos y papeles de todos los stands! También nos poníamos unos sombreros de chinos mandarines de cartón que nos daban en un stand, comprábamos bocadillos de frankfurt, y nos bebíamos un vaso de caldo que repartían en un puesto de Avecrem. Llegábamos a casa contentísimos con la "cosecha" de papeles que llevábamos, con los que luego jugábamos a nuestra particular "feria de muestras".

En la Feria de Muestras con mi
madre y mis tíos Pepito y Aurora

Con mi bolsa repleta
de folletos

  En una ocasión fuímos toda la familia con nuestros vecinos Mercé y Manel y sus hijos a ver lucha libre. La gente voceaba al contrincante "feroz" que iba de negro y le decía que acabara con el rival "bueno" que iba de azul celeste. A la Conxiteta y a mí nos gustaba el "bueno", claro,  y llorábamos cuando el "malo" le pegaba. No recuerdo quien ganó pero cuando salía el público iba diciendo "Ha sido un tongo,", por lo que ese día aprendí una nueva palabra.

Con Julia y Conxiteta,
detrás mi tío Pepito y Juanito

  El Día de la Palma siempre íbamos con nuestros vecinos a bendecirla, unas veces a la Catedral y otras a la iglesia del barrio Sant Pere de les Puel-les. Mi tía Aurora, que era mi "padrineta" y así la llamaba, siempre me compraba un vestido para estrenarlo ese día.

Yo, de chiquitita, en la Catedral

Con mis hermanos, la Conxiteta 
y su madre, en la Catedral

¡No podía esperar para comer
los dulces que adornaban
 la Palma!

En la iglesia Sant Pere de les Puel-les

El año 1961, en Sant Pere de les Puel-les.

   Una de las veces que fuímos a la playa toda la familia, quise hacer un chapuzón metiendo la cabeza en el agua y tuve una especie de shock y no podía levantar la cabeza, así que comencé a tragar agua y más agua, hasta que llegó mi padre corriendo al ver que algo me ocurría, sacándome del agua y apretándome  la barriga para que fuera expulsando el agua. No fue el único susto en la playa, pues de más mayorcita mi hermana Julia tuvo que sacarme del agua al darse cuenta de que yo luchaba con las olas y no conseguía salir. Le costó un gran esfuerzo porque las olas se nos llevaba a las dos para adentro, pasamos un mal rato de verdad.

Julia y yo en la playa


Con el bañador que me regaló
mi "padrineta" Aurora