sábado, 28 de abril de 2012

49 - LA FARMACIA PUJOL - (II) - LAS AFICIONES DE JOSEP Mª



         Josep Mª, nuestro compañero de trabajo de "Can Pujol" (así llamábamos a nuestro lugar de trabajo), atendía en la farmacia y tenía varias aficiones, algunas  bien curiosas. A saber:


    Trenes y tranvías. - A Josep Mª  le encantaban los trenes, y muchos  domingos viajaba en ellos sólo por placer. Estaba construyendo una gran maqueta en su casa, y cuando cobraba la paga del mes, lo primero que hacía era comprarse un vagón, una vía, etc., que  llevaba a la farmacia para enseñárnoslo.



     Como también le gustaban los tranvías, cuando estaba en la farmacia cogía la manivela de la caja registradora de la Sra. Emilia, ignorando las protestas de ésta, y simulaba en el mostrador que conducía un tranvía, imitando el ruido. Los demás compañeros, divertidos, se ponían a su lado y hacían ver que viajaban en él y se movían todos al mismo ritmo, sin importarles que los clientes les miraran sorprendidos y se rieran  ¡Era para verlo!


Este es Josep Mª

    Palomas. -  También le apasionaban las palomas mensajeras, y en el terrado de su casa, en la calle Princesa, tenía un palomar. A veces venía con una cesta donde llevaba una de sus palomas para soltarla cuando llegaba a la farmacia, y que retomara el viaje de vuelta a casa volando. Les pintaba con mercromina la parte interior de las alas para reconocerlas cuando volaban.


Las suyas no estaban tan
bien dotadas

     Farolas. -  Otra de sus aficiones eran las farolas de las calles de Barcelona. Yo creo que se las conocía casi todas. Sabía cuando había algún cambio o alguna farola rota. Alguna vez me decía "Han cambiado la farola antigua tan bonita de tu calle que hace esquina con la calle tal", y yo, claro, ni me había enterado.


Una preciosa farola
de Barcelona

    Piano. -  En su casa tenía un piano, que sabía tocar, y alguna vez habíamos ido casi toda la "troupé" joven de "Can Pujol", a cantar una canción compuesta por él, en la que se loaba las excelencias del dentífrico y elixir Odamida que era el producto estrella de LA-PE, acompañándonos él al piano. 


Dentífrico Odamida

     Un verdadero show, vamos.  "Señoraaa, lave sus dienteees, al levantarseee y al acostarseee, es la base de la saluuud y de laaa buena presencia, Odamida, Odamida, Odamidaaaa", esto es una estrofa de la canción, que todavía recuerdo. La letra se basaba en la frase que oían toooodos los días en la farmacia a la Sra. Carmen, encargada de la sección de ortopedia y cosmética, y que repetía constantemente a las clientas para convencerlas de que compraran Odamida.


Elixir Odamida

    Organo de iglesia. -   Tocaba el órgano en varias iglesias de Barcelona, como en la Catedral, pero sobre todo en la iglesia de Sta. María del Pi, con la que tiene un vínculo especial, ya que en ella se bautizó en el año 1873 a Sta. Joaquima de Vedruna, que fue  antepasada suya. También formaba parte, y seguro que seguirá haciéndolo, dels Gegants del Pi.  

Iglesia Sta. María del Pi

Els gegants del Pi

        En la boda de nuestra compañera Montse, en Sant Joan de las Abadesas, tocó el órgano (también lo tocó en la boda de Nuria y en la mía) mientras nosotros cantábamos. Para ensayar la canción, días antes de la boda, nos íbamos a las callejuelas que rodean a la Catedral, donde hay buena acústica y ahora se ha convertido en escenario de músicos callejeros, unos con mejor fortuna que otros, y la cantábamos en plena calle ante la mirada de los paseantes.

La boda de Montse, vestida de catalana, 
a su lado, Nuria; al extremo, de negro, Josep Mª;
la cuarta del vestido estampado, soy yo

    Cementerios. - Quizá debido al ambiente eclesiástico y místico del que se rodeaba, le gustaba ir a los cementerios, donde, decía, se sentía una paz y un silencio que le fascinaba. Más de una vez se quedaba esperando a las puertas del cementerio a que llegase un entierro en el que se colaba como si fuera un familiar más. Cuando llegaba a la farmacia con su traje negro y sus gafas de sol oscuras, tipo Men in Black, decíamos "Ya viene de un entierro..."


      Al fin y al cabo, ahora hacen rutas  por los cementerios de Barcelona, donde hay una esculturas bellísimas.

El cementerio de Montjuich

        Ha tenido muchas novias, pero parece ser que cuando las introduce en ese mundo eclesiástico en el que él se encuentra tan a gusto, ellas se cansan y acaban por romper. Hace tres años conocí a la que no sé si sería la última, cuando iba vestida de ¡monaguillo! para hacer una representación de la vida de Sant Josep Oriol, que suelen hacer en la iglesia del Pi. A la pobre le llegaba la cara al suelo, jajaja....

Nuria, Josep M. y yo en la Iglesia del Pi con 
unos cuántos años más (año 2015)


     No sé si estoy dando la imagen de un tipo extremadamente serio en estos dos últimos apartados. Nada más lejos de la realidad, ya que le gusta mucho divertirse y es muy extrovertido y "follonero" a tope.

     ¡Ah! También le gustaba comerse los potitos de comida infantil que se vendían en la farmacia. Los había probado todos.


        Creo recordar que tenía 9 ó 10 hermanos, casi todos mujeres, y dos de ellas trabajaban también en Laboratorio Pelayo.
        
      Gracias, Josep Mª, por tu permiso para contarlo. 


     Si es más majo...




miércoles, 25 de abril de 2012

48 - LA FARMACIA PUJOL - (I) - NURIA Y MONTSE

 
        Mis hermanos mayores, Julia y Juanito, ya trabajaban, la una en Laboratorios Ern, y el otro en Hilaturas Fabra y Coats. Al mediodía, mientras comíamos y oíamos por la radio el programa "El clan de la una" por Radio Juventud, Julia nos contaba los chistes que había oído en la oficina. Bueno, intentaba contarlos, porque cuando iba por la mitad se acordaba del final y no podía parar de reir, así que todos nos contagiábamos y reíamos antes de saber como acababan. ¡Continúa igual, no es capaz de explicar  uno entero!

Juanito, yo, Julia (con la toga en el pelo) 
y Gemma, a la hora de comer

    A los quince años me llegó la hora de incorporarme al mundo laboral, y comencé a trabajar en la farmacia Pujol (antigua Pujol y Cullell), en la calle Pelayo, 56. Por las noches, para acabar los estudios de Comercio, seguía yendo al colegio-academia Pelayo, donde la pequeña Gemma cursaba sus estudios durante el día.

Fachada de la farmacia en 
los años 20

Esta foto es de los años 70

      Además de la farmacia, estaba el Centro de Específicos Pelayo y el laboratorio farmacéutico Pelayo. Este estaba situado en la calle Tallers y se comunicaba con la farmacia a través de unos lúgubres pasillos interiores.


    LA-PE (Laboratorio Pelayo) producía, entre otras cosas, las cápsulas anticatarrales EUPITA, de las cuales yo conocía la publicidad por haberla visto en numerosas ocasiones, ya que su imagen se te quedaba grabada en la retina.


    Yo era recepcionista y telefonista de la centralita que había en la oficina, situada en el primer piso de la escalera (donde había una administración de lotería) que estaba justo al lado de la farmacia. En la oficina debían haber trabajando, si no recuerdo mal, unas doce personas. Montse, Nuria y yo éramos las únicas chicas de la oficina, y casualmente, las tres habíamos nacido bajo el signo de Libra.

Soy yo

     En aquellos años estaba muy en boga el tema de los signos del Zodíaco y cuando conocías a una persona, una de las primera preguntas que se hacía era "¿De qué signo eres?". Entre las tres conocíamos un sinfín de personas de nuestro signo, y decíamos siempre que deberíamos fundar un  "Club de los Libra".
     
    Nuria, una de las personas más guapas, simpáticas y alegres que he conocido, vivía, como yo, en el barrio de Sta. Caterina, en la calle Fonollar, por lo que cada día iba a esperarla a su portal para irnos juntas al trabajo. A veces, en la oficina nos cambiábamos la ropa y ella se ponía mi vestido minifaldero, y yo el suyo, que me quedaba aún más corto porque soy un pelín más alta.

La morena de mi lado
 es Nuria

     Cuando salíamos de trabajar al mediodía, pasábamos por Jorba Preciados y disfrutábamos probándonos la ropa sin intención de comprarla; travesuras juveniles que no hacían daño a nadie. Creo que las dependientas ya nos tenían el ojo echado.

      Montse, que era tres o cuatro años mayor que nosotras, sieeeempre llegaba tarde al trabajo (a veces el Sr. Pujol, nuestro jefe, preguntaba por ella y decíamos que estaba en el lavabo cuando en realidad no había llegado), y nada más llegar se pintaba en los párpados dos rayotes gruesos con un lápiz negro, rasss y rasss,  mirándose en el escaso reflejo del vidrio que había rodeando el habitáculo de la recepción, en el que había la centralita que yo atendía. El maquillaje, claro, le quedaba como le quedaba.

      Cuando iba a la playa sólo tomaba el sol de cara, por lo que estaba morena por delante pero blanca por detrás, o se peinaba sólo por delante y por detrás llevaba el pelo enredado. O a falta de un botón en la falda se ponía un imperdible que se quedaba perpetuo. ¡Cómo nos reíamos con ella de estas cosas! Decía que como por detrás no se veía, ya le estaba bien.

     Pero esas cosas no representaban ningún  obstáculo para que todos los chicos se enamoraran de ella, ya que, sin ser extremadamente guapa, era muy llamativa y tenía "mucho gancho", pero sobre todo les gustaba su carácter tan extrovertido, ¡la de corazones que había roto! porque todo el que quería su amistad, la tenía, pero nada más, porque Montse tenía novio.


      Había conocido a su novio, un madrileño que era ingeniero de puentes y caminos, por correspondencia, y mantenían el noviazgo a través de cartas, ya que él vivía en Madrid. 

    A Montse le gustaba matricularse en cursos diversos, psicología, decoración...y lo que aprendía nos lo explicaba a Nuria y a mí, por lo que nosotras dos teníamos algunas nociones de lo que ella estudiaba.

     Montse y Manolo se casaron en Sant Joan de las Abadesas, donde llegó el novio acompañado de toda su familia de Madrid.  El vestido de novia era el típico traje regional de catalana, pero de color blanco.    

Montse de catalana,
y Manolo de ingeniero


        En la farmacia, preciosa y con grandes murales pintados, lo que provocaba que entrara en la farmacia un gran número de personas sólo para admirarla, había varios empleados, casi todos mayores ya que habían comenzado a trabajar allí desde muy jóvenes, en los tiempos en que, según nos contaban, la farmacia no cerraba nunca sus puertas y permanecía abierta de día y de noche. Estaba el Sr. Colomer, el Sr. Prats, y el Sr. Serra, amables y divertidos, la Sra. Emilia, que era la cajera, un poco rancia, y la Sra. Carme que estaba en el mostrador de Ortopedia y cosméticos, que era una mujer bastante instruída y le gustaba escribir poemas. Todos ellos excelentes personas.

El gran mostrador de la farmacia

Al fondo estaba el mostrador de los 
preparados farmacéuticos, con sus 
tarros preciosos de cerámica

Uno de los murales pintados en
la farmacia

En la foto reconozco al Sr. Serra,
Reyes, Josep Mª, José Luis, Bermejo...

   Pero con quien teníamos más confianza era con los tres chicos de nuestra edad, más o menos, que eran Mariano, Reyes y Josep Mª. De éste último hay para hablar largo y tendido, ya que tenía distintas y variopintas aficiones.

       En el próximo post lo cuento.




     

domingo, 22 de abril de 2012

47 - DING-DONG, AVON LLAMA...



        Debía tener unos 16 años mi hermana Julia, cuando se hizo distribuidora de Avon como su amiga Margarita, durante una corta temporada.


Julia y la novia de mi hermano

    Cada una tenía un maletín en el que llevaban todo el muestrario de productos Avon. A mí me encantaba mirar todo lo que había dentro, y cuando mi hermana no estaba en casa aprovechaba para abrir el maletín y curiosear.


¡Mi hermana aún conserva
el maletín!

        Había una cajita llena de pintalabios minúsculos, de muestra, con todos los tonos, rojos, rosas, beiges... yo los probaba todos, a escondidas, claro. 


     En otra caja, una serie de frascos muy pequeños, de colonias y perfumes con diferentes fragancias, que casi me sabía de memoria ya que abría los frascos y los olía una y otra vez. Recuerdo una de ellas de la que me gustaba hasta el nombre, se llamaba "Topaze".


Un maletín con muestras
y productos Avon

       Había pequeños frasquitos de maquillaje  de diferentes tonalidades, crema para las manos, crema hidratante para el cutis con el nombre  extravagante de "moisturizing", que nadie sabía qué significaba (ni ahora tampoco)...

       Julia iba de casa en casa para ofrecer una demostración de los productos, pero quien más le compraba era la familia y las amigas.

¡Qué guapa!

   A las clientas se les daba la garantía de que si no quedaba satisfecha con el producto se le cambiaría o abonaría, por lo que una señora aprovechó para devolverle la crema hidratante que había comprado con la excusa de que no le iba bien a su cutis....después de gastar casi todo el tarro. 



Julia y la novia de
 mi hermano

         En todas las casas tenían algún artículo de Avon. Las colonias venían en unos bonitos  frascos que servían de decoración y había  variedad de ellos.


 Teníamos ésta

Esta también

Y este osito 
     
       También había colonias para hombre, que venían en frascos acordes con su "condición masculina".


Con forma de pipa

Mi hermano tenía
 uno igual

       También tenían pastillas de jabón de tocador, con formas caprichosas y olores deliciosos.





       Pero las pastillas de jabón jamás se utilizaban, se ponían en el armario, entre la ropa para aromatizarla. Algunas venían en un pequeño cestito de vidrio que adornaba el tocador del dormitorio.

Igual que esta

          Avon era un comodín a la hora de hacer un regalo y no se sabía el qué. Así que con una colonia se regalaba también algo que servía de adorno.

El perrito tenía dos cristalitos
brillantes como ojos

      Julia estuvo poco tiempo de distribuidora Avon, ya que el género debía abonarlo ella por adelantado y esperar poder venderlo, y los números no salían.

Julia, con una compañera

      Lo de Avon lo compaginaba con su trabajo en la oficina, ya que Julia empezó a los 14 años a trabajar en una notaría en el Paseo de Gracia. El primer día de trabajo, cuando llegó a la notaría, oyó que decían en el despacho contiguo "Hoy va a venir una chica nueva, que aunque parezca que tenga 18 años, sólo tiene 14". Y es que mi hermana  era muy alta y aparentaba más edad en esa época.


   Al cabo de un tiempo cambió de empleo para ir a Ecube, una empresa relacionada con laboratorios farmacéuticos, y más tarde estuvo muchos años en Laboratorios Ern, donde, después de casada, trabajé yo también durante tres años.

Cuando Julia trabajaba
en Ecube

Julia entre dos compañeros 
de Ecube

Con unos compañeros en la festividad 
de Sta. Apolonia, patrona de los
 odontoestomatólogos 



jueves, 19 de abril de 2012

46 - EL TRABAJO DE JUANITO


    Mi hermano Juanito (para mí siempre será Juanito, por muchos años que cumpla) tuvo su primer empleo en un taller en el que hacían moldes metálicos para baldosas. Estaba en la calle Pallars, en el barrio de Poble Nou, enfrente de donde vivía mi tío Alfredo.

      
Mis hermanos Julia y Juanito

      Estuvo poco tiempo en el taller ya que encontró trabajo en Hilaturas Fabra y Coats, en Sant Andreu. Empezó ejerciendo  de botones y fue ascendiendo hasta trabajar en las oficinas, y por último, encargado de la sección de tinturas.


Hilaturas Fabra y Coats

Publicidad antigua de hilos 
Fabra y Coats

       Los trabajadores de la Fabra y Coats tenían un carnet para comprar en el economato de la empresa, que estaba en Pº Fabra y Puig. Mi madre no iba muy a menudo a comprar allí porque nos pillaba lejos, pero cuando lo hacía, para mí era una fiesta y me gustaba acompañarla porque llevábamos a casa cosas que no solía comprar normalmente, entre ellas una bolsa de caramelos, que solían ser de café con leche de Vda. Solano, o  de piñones de El Caserío.

El carnet del economato

      Cuando Juanito tenía unos 15 años jugaba al fútbol en el Atlético Badalonés, y más tarde en el equipo de la Fabra y Coats, el Ancora FC, siempre de portero.


El portero es Juanito, el más guapo

     Cuando Juanito dejó de jugar a fútbol, para ganarse un dinerillo extra porque ya tenía novia, empleaba los festivos, y a veces laborables por la noche, para hacer de anotador en los partidos de baloncesto, desde Juveniles hasta Primera División.



    Como la Fabra y Coats era una multinacional escocesa y catalana, iba cambiando de dueños continuamente, hasta que los últimos que llegaron lo hicieron con intención de cerrar la fábrica. Y encontraron el modo de quitarse de encima a los trabajadores con más antigüedad sin soltar un euro.
    
       A mi hermano, después de 40 años en la empresa, sin haber estado nunca, pero nunca, ni un solo día de baja y buen cumplidor de su trabajo, los nuevos empresarios le cambiaron de puesto. De ser el encargado en el "Ram de l'Aigua" donde se hacían las tinturas para los hilos, le ubicaron a descargar maquinaria pensando que con esa acción se marcharía descontento y sin dar problemas. De ser una empresa modelo, con los nuevos propietarios pasó a ser una empresa sin escrúpulos.

      Mi hermano, dolido y humillado, les demandó, por lo que al final llegó a un acuerdo con la empresa y decidió marcharse de la empresa donde había estado toda su vida. Afortunadamente, había compaginado su trabajo en la Fabra, con otro empleo en una empresa de retrovisores y accesorios para vehículos, donde sigue actualmente.

Mis hermanos Juanito
 y Gemma

   La Fabra y Coats, cerró sus puertas en el año 2006, pero su recinto y edificios, tan unidos al barrio de Sant Andreu, se han convertido en equipamientos del Ayuntamiento.


Recinto de la Fabra y Coats, en el 
barrio de Sant Andreu