viernes, 20 de enero de 2012

6 - GUERRA Y HAMBRE / NUEVA FAMILIA


   Nuestra abuela, que estaba delicada de salud en buena parte debido al polvo del carbón de donde había trabajado, y al frío que pasaron en las idas a los refugios durante los bombardeos, enfermó de tuberculosis.



    Cuando había aviso de bombardeos iban al refugio que había en la estación del Norte, al lado del Arco de Triunfo, pero nuestro abuelo, después de enfermar su mujer, no quiso volver a los refugios, así que cuando sonaba la sirena bajaban al primer piso (ellos vivían en el 4º) donde había una sala de baile y se acurrucaban todos en una habitación. Decía que si  tenían que morir con las bombas lo harían todos juntos, pero que no volverían a ir a los refugios. Mi madre nos contaba el miedo que pasaban durante los bombardeos que sonaban allí mismo.

Pánico...

Barcelona bombardeada, marzo de 1938


  En plena guerra y antes de que las tropas de Franco entraran en Barcelona, murió mi abuela. En casa no disponían de dinero para el entierro y mi abuelo pidió a su familia que le ayudara. Se negaron porque nunca quisieron a mi abuela, que era una bendita, y mi madre siempre nos ha contado lo malas que fueron sus tías con su madre. Tuvieron que enterrarla en las fosas comunes.

    Casi enfrente de donde vivían, había un cuartel militar en el lugar donde había habido mucho tiempo atrás el convento de Sant Agustí Vell. Mis tíos iban por la parte de atrás y los soldados les daban el rancho que había sobrado para que pudieran comer algo. Contaba mi tío Pepito que un amigo suyo, un crío como él, cogía las patatas que tenía su madre guardadas y los dos se iban al terrado a pelar las patatas y se las comían crudas. ¡Cuánta hambre pasaron!

Claustro del Convento Sant Agustí Vell
En el patio descansaban los militares

   Cuando mis tíos iban a recoger el pequeño panecillo que les daban con la cartilla de racionamiento se lo comían por el camino antes de llegar a casa y a qué poco les sabía....
 Reparto de pan con la cartilla 
de racionamiento


Cartilla de racionamiento que tenían 
las familias 

   En una ocasión mi abuelo José se "trajo" del muelle unos huevos para que sus hijos tuvieran algo que comer, cuando oyó subir a la policía por la escalera  y muerto de miedo tiró los huevos por el WC porque creía que venían a por él. Al final resultó que iban a otro piso, pero ellos se quedaron sin cena.


Mi abuelo José

   El abuelo José conoció a otra mujer, Cándida, con la que se casó. Su nueva esposa tenía una hija, Matilde, de otra relación, que era todavía una niña y a la que nuestra madre cuidó. Nuestros tíos y nuestra madre llamaron siempre "tía" a su madrastra. Tuvieron tres hijos más, Vicente, Manolo y Gloria. O sea que la familia aumentó, entre todos los hijos sumaban 11.

El chiquitín es mi tío Vicente, con mi madre
y el jovencito de la izquierda mi tío Pepito


Mi prima Lola, mi tío Manolo y mi tía Gloria
y su madre Cándida los mira sonriendo (de negro)

   Nuestra madre, que trabajó en diferentes sitios, estaba ya con 12 años colocando los trajes en las perchas de una tienda de alquiler de trajes en la Rambla de las Flores, y   también en una herboristería que había en un pasaje de la calle Ferrán.

La Rambla de las Flores

  Más tarde, Cándida, su madrastra,  le encontró trabajo en una casa de la calle Muntaner, 157, cuya galería daba al Hospital Clínico. Allí cocinaba y se cuidaba del hijo pequeño de los señores, con quienes vivía un sobrino que estudiaba Medicina y que a nuestra madre, que era muy guapa, le tiraba los tejos y al cual ella no hacía caso. Cuando nos lo contaba le decíamos en plan de guasa "mama, ahora tendríamos un padre médico".


Mi madre, qué guapa....
En la foto pone: A mis hermanos 
en prueba de cariño, Antonia

Calle Muntaner

  Sus hermanos trabajaban en lo que podían y cuando llegaba la época de los melones iban al Born, al lado del Parc de la Ciutadella, donde ponían puestos de melones y ellos ayudaban a apilarlos  en el suelo, así que mientras los hermanos varones ayudaban a hacer pilas y pilas por unos pocos reales, las hermanas escondidas recibían de tanto un tanto un melón para casa. El hambre había que aplacarlo como fuera. Nosotros recordamos esos puestos de melones y el olor increíble, que pasados muchos años aún permanecía en el lugar, o eso nos parecía.


Los maravillosos puestos de melones







12 comentarios:

Júlia dijo...

Cuanto miedo pasaron oyendo los aviones sobre sus cabezas y cuantas vidas salvaron estos refugios. Como en todas las circunstancias de la vida, jamas nos podemos poner en el lugar de las personas víctimas de la crueldad de las guerras. Hambre, sufrimiento y sobre todo miedo de lo que podia ocurrir a sus hijos.
Trabajaron mucho y duro pobres, les tocó un tiempo para sobrevivir, que bueno hubiera sido sólo vivir.
Nuestra madre fué muy guapa y lo sigue siendo con sus 87 añitos.
Duras y bonitas fotos. Muchos besitos.

Mari-Pi-R dijo...

Hola Montse, lo que cuentas es parecido a muchas familias que pasaron por la guerra, fueron tiempos muy duros para mucha gente durante muchos años y lo que trajo la guerra después.
Tus escritos son muy valiosos.
Un abrazo

Montse dijo...

Tú lo has dicho, Julia, sobrevivir era la meta. ¿Tan difícil es vivir y dejar vivir? ¡Malditas guerras!
Tenemos una madre muy guapa, besos.

Montse dijo...

Sí, Mari-Pi-R, las guerras son duras para todos y las circunstancias son muy parecidas, muerte, dolor, hambre.
Ojalá no tengamos que padecer lo que nuestras familias. Muchas gracias, abrazos.

Tot Barcelona dijo...

Una historia como mchas, pero es su historia ¡¡¡¡

Josep dijo...

Hola Montse.Barcelona es la primera gran ciudad de la historia universal que fue bombardeada de forma masiva y continuada durante casi tres años. Las aviaciones italiana y alemana, con base en la isla de Mallorca, la bombardearon casi doscientas veces, causando entre 2.500 y 3.000 muertos. La ofensiva más grave se produjo entre el 16 y el 18 de marzo de 1938. Hubo casi 1.000 muertos. Los ataques contra la población civil se prolongaron hasta el 25 de enero de 1939, el día antes de la llegada de las tropas fascistas a la ciudad.Los fascistas entraron paseando por la Diagonal.

Y el resto como tantas familias, el hambre y los bombardeos habían dejado exhaustos a todos.

Así contaba mi madre cómo se vivieron aquellos bombardeos.

Primero los aullidos de los perros: esto era el primer síntoma de que los aviones se acercaban. Aún no había radares. Luego sonaban las sirenas de alarma y la radio comunicaba: “Atenció, barcelonins! Hi ha perill de bombardeig, aneu amb calma i serenitat als vostres refugis, que la Generalitat de Catalunya vetlla per vosaltres”. En casa de mi madre casi nunca iban al refugio, y esto que lo tenían muy cerca. A veces no se sabe que es lo mejor. Ellos vivían en Poble Nou, y los aviones buscaban Can Girona.
Que crueldad bombardear a una ciudad que solo habian mujeres y niños. Se entrenaban para la otra guerra. Supongo.
Un petó.

Montse dijo...

Miquel, cuando la oyes a los tuyos parece única aunque sabes de sobra que no lo es, que es miles de veces repetida, por desgracia. Saludos.

Montse dijo...

Tres años de bombardeos...Y Peces Barba ironizando el h.p.
Mi marido, de joven había trabajado en una empresa de muebles cuyos dueños eran una hija natural de Mussolini (y secretaria suya) y su marido, comandante de aviación de las tropas fascistas italianas. Muy posiblemente que él fuese uno de los que bombardearon Barcelona para luego venir al amparo del caudillísimo y montar una empresa aquí, como tantos otros. No hace mucho nos enteramos de que había muerto el tipo, pero en su cama, no como los que él había matado. Un petó.

Mª Trinidad Vilchez dijo...

Tu post de hoy querida Montse, si que es una bomba y de las buenas, menuda historia, yo como tú sabes todo esto lo sé por mi familia y pobrecitos de corazón lo digo cuanta hambre y penalidades pasaron.
Un abrazo amiga Montse, tus post van cada día más profundos y muy bien explicados, la vida de tu familia, que Dios los tenga en la Gloria, no merecían ni ell@s, ni la de tantísimas buenas personas que vivieron esos años tan duros.
Un abrazo y te felicito con todo mi cariño, un beso.

Montse dijo...

Sí, Mari Trini, por desgracia, prácticamente todas las familias perdieron, directa o indirectamente por la guerra, algún familiar, y después a pasar penalidades y hambre ¡tanta comida que se tira ahora!
Besos y buen fin de semana.

Eastriver dijo...

Cuentas cosas enormemente tristes pero muy emotivas también, y con su parte de poesía. Mi familia pasó la guerra en el medio rural, donde seguramente se pasó menos hambre que en la ciudad. Pero era también una familia de perdedores, igual que la tuya. Perdedores, pero con una dignidad enorme.

Montse dijo...

Eastriver, es cierto que en el medio rural no lo pasaron tan mal como en la ciudad, siempre tenían los recursos del campo y lo que da la naturaleza para apaciguar el hambre. Moltes gracies.