martes, 24 de enero de 2012

8 - MI HERMANA JULIA - EL TIO ALFREDO Y ROSA



    Mi tía Dorín y mi tío Angel se casaron después de 11 años de novios, ya que se enamoraron prácticamente jugando en la calle con los demás niños,  y se quedaron a vivir con la madre de él, la Sra.Isabel, en la misma escalera de Tantarantana, 8, ya que eran vecinos. Mi madre iba a veces a su casa para limpiar, sobre todo las lámparas, y así conseguía para casa algún dinero que falta hacía para aliviar un poco la maltrecha economía familiar, ya que el trabajo de albañil de mi padre era inestable entre obra y obra.


Mi tía Dorín, guapa
como sus hermanas
Mi tío Angel, haciendo
la "mili"
La boda de mi tía Dorín y mi tío Angel

Mi padre agachado y mi tío pepito
haciendo de "caballito"

    El día que mi hermano Juanito cumplía tres  años, mi madre, para celebrar el cumpleaños,  hizo unas rosquillas y llevó unas pocas a su padre que estaba muy enfermo. Al poco rato de volver a su casa, la avisaron de su fallecimiento. Mi abuelo José tenía 62 años, era agosto de 1952 y  nuestra hermana Julia que había nacido en febrero ya tenía 6 meses.

Mis padres y mi tía Elisa
con Julia y Juanito

    Al poco de nacer Julia, nuestro padre tuvo que dejar el oficio de albañil a causa de unos eczemas y llagas que le salían en las manos debido a una alergia adquirida en el contacto al cemento (de niña recuerdo siempre sus dedos vendados cuando lo utilizaba) y encontró trabajo en una fábrica de metalurgia, Deslite, donde fabricaban cojinetes y que estaba en la calle Badajoz, en Poble Nou. Nuestra madre iba a limpiar casas para aportar algo a la precaria economía familiar.

Mi padre en Deslite

  Tenía Julia unos tres años cuando la atropelló una moto delante de casa, con las pocas que pasaban entonces...  afortunadamente fueron heridas leves. Otro infortunio le ocurrió a mi hermana, y es que, una noche que venía del cine de ver "Lili",  de Leslie Caron, le pareció ver al perro de los vecinos, Tomy, y cuando fue a acariciarlo resultó ser un gato que la arañó en la cara. Nuestro padre intentó agarrar al gato pero no lo consiguió, por lo que por precaución y al no saber si el animal estaba enfermo, le tuvieron que poner inyecciones contra la rabia durante muchos días. Iban al lado del Parc de la Ciutadella y le pinchaban en la barriga unas inyecciones muy dolorosas que, pobrecita, la hacían caminar doblada.

Cuando yo veía esta foto, imaginaba
a mi hermana de domadora de fieras
¡Creía que era un leopardo de verdad!


   Mi tío Pepito vivía entonces con sus hermanos menores y su madrastra, pero a causa de una discusión con ésta última, se vino a vivir con nosotros a casa.

      Se enamoró de nuestra vecina del piso de abajo, Aurora, y se hicieron novios. Ella preparaba la comida en nuestra cocina y comían los dos en casa, ya que a su madre no le gustaba mi tío y estaban enfrentadas.    
Un día que salía de la cocina con un cazo de leche hirviendo, mi hermana Julia tiró de su manga para ver qué llevaba, y se derramó la leche por encima provocándole quemaduras en el tórax (aún le queda un pequeño rastro de la quemadura). Aurora se llevó un gran disgusto.     

Mis tíos Pepito y Aurora
con Julia
Mit tíos Dorín, Angel, mis padres con Juanito
en brazos y mi tía Aurora


  Era Julia aún muy pequeña cuando mis padres la llevaban  a un colegio de monjas que había en el Paso San Juan, en cuya puerta solía ponerse una monja muy mayor que vendía trozos de hostia sin consagrar que nuestra madre compraba de vez en cuando. Un día, estando en clase, a mi hermana le vinieron ganas de hacer pipí y pidió permiso a las monjas para ir al baño y se lo denegaron.  Al no poder aguantarse se lo hizo encima y las monjas formaron un corro junto con las niñas y la pusieron a ella en el medio para burlarse. Aún lo recuerda.  Nuestros padres la sacaron de ese colegio y la matricularon en el colegio Pere Vila con nuestro hermano Juanito, en el Paseo San Juan.


Mi madre, Julia, Juanito,  mi tía Elisa
y un amigo de la familia

Julia en el Pere Vila,
unos años más tarde

  Nuestro tío Alfredo conoció a Rosa, una mujer varios años mayor que él  y que se había separado de su marido con el que había tenido tres hijos, Juan, Tony y Rosi, ya mayores. Al poco tiempo, mi tío enfermó de tuberculosis y estuvo ingresado en un sanatorio de Boltañá (Huesca), y Rosa iba a verle y le llevaba la comida que podía y botes de leche en polvo que le entregaba mi padre para su hermano, con un gran esfuerzo porque en casa no tenían casi de nada.

Mi tío Alfredo

   Cuando se recuperó y salió de allí se fue a vivir con Rosa a la calle Pallars, 138, en Pueblo Nuevo y compartieron su vida hasta el final. Era una planta baja, cuyo comedor lo tenían pintado con pintura de esmalte de color rojo, y tenían una cortina puesta durante el verano para poder tener la puerta abierta, que estaba hecha con chapas de refrescos, cervezas, etc., dobladas alrededor de una cuerda ¡Cómo recuerdo aquella cortina! Sonaba "clin, clin, clin" Cada vez que veía alguna chapa por el suelo pensaba "Iría bien para la cortina del tiete Alfredo".


Mis padres y nosotros, al lado de la casa 
de mi tío Alfredo



   Nuestro tío adoptó otras costumbres en su nueva familia, le gustaba el flamenco, y no era raro verlo con camisas de lunares, algo que a nosotros nos chocaba. Incluso cuando hablaba castellano lo hacía con un deje andaluz.


     Su mujer, Rosa, siempre se portó muy bien con nuestra madre que, cuando iba a su casa le hacía sentar a la mesa y le ponía un plato de comida caliente, ya que sabía las dificultades económicas por las que pasaba.

El del sombrero es mi tío Alfredo
de guasa, al lado, su mujer Rosa

























16 comentarios:

Josep dijo...

Montse, recuerdo perfectamente la empresa Deslite, hacian entre otras cosas cojinetes de bronce para motores electricos y para ejes de máquinas, pero a tu padre no lo recuerdo. Quizás no coincidimos en los mismos años. Tu sabes que soy de Poble nou, conocia aquel barrio muy bien, incluso creo que la casa de la calle Pallars estaba casi esquina con Pere IV. Claro, yo hablo de los años 60, quizas un poco menos hasta los 76.
Me encanta leerte.
Un petó.

Montse dijo...

Hola, Josep, creo entender que trabajaste en Deslite, mi tío Pepito también trabajó allí. La cortina de chapas de mi tío ¿te suena haberla visto? Sí, la casa estaba casi en Pedro IV, la última vez que pasé por allí creo que había un bar, no sé si sería exactamente la misma puerta, cuando íbamos allí siempre sonaba flamenco, jajaja, qué tío más salao teníamos. Gracias, Josep, y un petó.

Mª Trinidad Vilchez dijo...

Muy bueno y cada día mejor, mucha historia ahí concentrada, me parece tan bonito lo que estás haciendo.
Te lo digo una y otra vez, no seas tan modesta que eres muy inteligente y sobre todo muy sensible.
Te envío mi más cariñoso abrazo y un beso.

Josep dijo...

Montse, no es que yo trabajase para Deslite. Yo trabajaba en un taller de electricidad industrial en la calle Llull, y practicamente trabajabamos para todas las empresas del barrio. Y esta casa de la cortina creo que también. Pero de pasar por alli para ir a la Letona-Cacaolat o alguna otra de aquella zona.
Un petó.

Tot Barcelona dijo...

me encanta lo de las ostias sin consagrar...lo del cazo de leche hirvendo y lo de los follones de las escaleras...me recuerda a la mia...esto promete ¡¡¡ venga ánimo ¡¡¡ salut

Montse dijo...

Muchas gracias, Mari Trini, acabo de llegar a casa, he ido a casa de mi tío Pepito a devolverle unas fotos que le pedí, los carretes Kodak tenían buenos clientes con mi familia ¡Y con lo caras que salían las fotos! Ahora se pueden hacer miles de fotos salgan como salgan, a borrarlas y ya está, pero antes, cuántas fotos se revelaban sin estar bien enfocadas o porque se disparara la cámara sin querer. Un beso.

Montse dijo...

Miquel ¡Va a haber más follones de escaleras! Cómo está mandao. Saludos.

Júlia dijo...

C
uantos recuerdos... conforme lo vas leyendo vuelves a revivir aquella infancia, que para nuestros padres fue muy dura, pero para mí y creo tambien para mis hermanos fueron unos años muy felices de risas y mu
cha complicidad.
Si, es verdad que las monjas de aquel colegio, fueron muy crueles con su comportamiento y aunque era muy pequeña jamás olvidé la humillación que me hicieron pasar.
Siempre hemos tenido un cariño muy especial por la tieta Aurora, es una buenísima mujer y siempre hemos estado juntos.
Muy bonito Montse, lo haces muy bien, te quiero.

Gemma dijo...

¿Puede ser que en la foto del restaurante estés tú escondida?. Tantas veces que hemos visto estas fotos y ahora al describirlas tú vemos más cosas. Un beso y venga, rápido, rápido.... el siguiente.... que ya estoy impaciente.

Montse dijo...

Gemma, yo también estoy en la foto, en la barriga de la mama, esa foto es de mayo del 55 y yo nací en octubre, seguramente estarían celebrando la comunión del Jordi, el vecino, porque el chico que sale en la foto también es un vecino, según Julia. Y es verdad que con las veces que hemos visto las fotos, ahora descubrimos cosas que habían pasado desapercibidas. Un beso, hermanita.

Montse dijo...

Julia, sí fueron felices para nosotros, lo recuerdo con mucho cariño y a la tieta Aurora, ahora que rememoramos todo, nos damos cuenta de que la queremos más todavía. Besos.

Mª Trinidad Vilchez dijo...

Qué bonito Montse, es una maravilla, y los comentarios los leo varias veces , no tienen desperdicio.
Un beso guapa.

Eastriver dijo...

Me encantan tanto las historias como la forma de contarlas. Las cuentas como si no pasara nada, y caray si pasaba en aquella época y en aquellas vidas de nuestras familias. Además tu familia está bien nutrida de anécdotas, algunas bien chocantes. Ya ves, aquí me tienes, de lector agradecido. Estas historias del pasado reciente se nos antojan las historias que nos contaba García Márquez o, ya en Barcelona, Juan Marsé.

Eastriver dijo...

Leo a Miquel, sí, lo de las hostias me ha sorprendido mucho, así como el comedor pintado de rojo... Son anécdotas que son la vida misma.

Montse dijo...

Mari Trini, mil besos, ¡guapa!

Montse dijo...

Eastriver, en todas las familias hay tantas anécdotas...pero nosotros somos muy xarraires y nos hemos recreado y nos hemos reído casi siempre con ellas. El comedor rojo no tenía parangón! Una abraçada.